Carlos
III trajo a 6.000 colonos centroeuropeos a cambio de tierras para
repoblar el norte de Andalucía. El proyecto de las Nuevas
Poblaciones fue uno de los más ambiciosos de la Ilustración
española.
Francisco
Pérez-Schmid
es cronista de Aldeaquemada, Navas de Tolosa, Santa Elena y Montizón,
cuatro de los 16
municipios que integraron las Nuevas Poblaciones.
La Carolina fue su capital. Su antepasado Felipe Schmid llegó desde
Alemania a este paraje prácticamente desierto del norte de Andalucía
hace ahora 250 años. Él firma sus textos con ese apellido compuesto
para evitar que se pierda el legado de su familia.
“Queda
una idea de la
implicación de la Corona en las políticas públicas
y las posteriores leyes de repartimiento de tierras que hubo”, dice
Pérez-Schmid. “En lugar de quitar o expropiar tierras a los nobles
o la iglesias se consiguió convencerles de los beneficios
de un arrendamiento a largo plazo”.
Carlos
III comisionó las Nuevas Poblaciones al jurista Pablo
de Olavide.
El proyecto buscaba un objetivo triple: poblar una zona despoblada;
aumentar la seguridad de los caminos de Sierra Morena, por donde
pasaban todas las riquezas de América hacia Madrid; y paliar la
falta de alimentos básicos.
La
idea de traer extranjeros fue una manera de dar ejemplo. España
quería demostrar que podía acoger gente de otros países,
darles casa, trabajo y una forma de vida. Olavide encargó a Johann
Kaspar Thürriegel,
un coronel bávaro que trabajaba al servicio de Carlos III, la
contrata. La única condición era que fueran jóvenes, católicos y
conocedores del campo. En los documentos de la época, se vendía
esta oportunidad como una puerta
a la felicidad.
Thürriegel
trajo los colonos fundamentalmente de Alemania, pero también había
suizos, franceses, italianos y hasta húngaros. Algunos llegaron en
carros. Otros, por ejemplo, dejaron barcos que enfilaban Puerto Rico
para recalar en Jaén. Se calcula que llegaron unos 6.000 colonos de
diversos estratos sociales. En
1767 se fundó La Carolina como capital y se empezó a acoger a los
primeros colonos.
El rey concedió un fuero especial a las Nuevas Poblaciones. La
cosecha no tributaba y a los extranjeros se les entregaron lotes de
tierra, material de labranza y vivienda.
“No
fue fácil”, explica Pérez-Schmid. “No había nada. Costó un
poco arrancar”.
Una
epidemia de paludismo en 1768
diezmó la población de colonos. La Corona llevó a catalanes y
valencianos para no abandonar el proyecto. La idea de Carlos III
siempre fue españolizar a los extranjeros. Lo consiguió
rápidamente. Una vez superadas las enfermedades, los nuevos
habitantes empezaron a prosperar, crecieron los matrimonios mixtos y
el alemán y las
costumbres extranjeras desaparecieron.
La muerte de Carlos
III fue el principio del fin de las Nuevas Poblaciones. No se le
retiró definitivamente su fuero especial hasta 1835, pero el
grifo económico se había cerrado mucho antes.
La guerra de la independencia, la dominación francesa, las Cortes de
Cádiz y el trienio liberal pasaron factura al proyecto. Los años
borraron casi por completo los vestigios de la colonización.
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